domingo, 27 de abril de 2014

EL VIDEOCLIP: estallido del relato audiovisual contemporáneo

En la escena audiovisual, la aproximación narrativa del videoclip, así como su propuesta de montaje, transgreden las formas clásicas del cine y, al mismo tiempo, las permean provocando simbiosis de lenguajes. MTV; el canal destinado a emitir videoclips las 24 horas del día, es uno de los referentes más importantes para los directores de cine que buscan incorporar nuevos planteamientos técnicos y estéticos a sus obras. Algunos directores como Alan Parker, Riddley Scott, Antonioni y Spike Lee, han realizado clips sobre diversos grupos de rock.
Hoy el relato clásico ha estallado en miles de relatos, bajo diversas formas, con distintas duraciones que se multiplican en las pantallas electrónicas. Asociado durante años a un único soporte –la película cinematográfica y su naturaleza química-, ahora se extiende a la televisión. Si su concepción tradicional ha desaparecido, si la estabilidad en su construcción se ha desintegrado, algunos de sus rasgos se conservan de manera interrumpida transformándose al mismo tiempo.
En su definición clásica, el relato es un discurso con un comienzo y un fin. El relato audiovisual contemporáneo conserva esta estructura. En el clip musical el principio y el final están definidos por la canción. Pero en términos narrativos el final es casi siempre abierto, no reconocible, irritante en el sentido tradicional. Better Sweet Simphony, el video de Verve, es un ejemplo de esto. Al comienzo el cantante se para en una esquina. De repente comienza a caminar hacia la cámara, cantando. Su propósito es caminar, por una calle de la ciudad, mirando sólo hacia adelante, sin tener cuidado de tropezarse con los otros y, entonces, tropezándose con todos. Después de un largo trayecto -el de la canción- el personaje se encuentra con tres hombres, en cualquier calle, que se unen a él y continúan caminando, como al comienzo. Lo que en el relato clásico se convertiría en gestos osados de algún director (no dejamos de pensar en el niño corriendo infinitamente, huyendo del reformatorio, hacia ningún lugar, que de pronto nos mira para cerrar la historia, en Los 400 golpes de Truffaut, considerado hasta hace algún tiempo como el final más abierto de la historia del cine), ahora se reproduce en formas infinitas en los nuevos relatos audiovisuales, específicamente en el clip musical. Si el siglo XIX fue el primero que se declaró y auto concibió como narrativo llevando la forma del relato a todos los saberes, el final de nuestro siglo desintegra la narración, imprimiendo desesperanza en el final y desarticulando el presente del pasado y del futuro. Si, como plantea Sánchez Biosca, “un relato (es decir, una construcción narrativa compuesta por medio de la trama) no es sólo una forma o una estructura sino también un modo de pensamiento”, ¿qué podemos decir de la asfixia de los relatos actuales, su dispersión y eclosión y su dificultad de concluir?
El clip musical, generalmente, se opone al uso tradicional del tiempo. Habitualmente, sus personajes son extraídos de arquetipos del cine, de la televisión, o figuras sociales reconocibles, y las historias son bastante precarias, reducidas a una línea de acción (próximas a los cortos de los pioneros del cine Lumiere, Meliés y Porter), y, ésta sería la característica nueva: son interrumpidas permanentemente por otros fragmentos. Si encontramos secuencias temporalizadas en algunos clips musicales, éstas dejan visualizar, precariamente, a partir de algunos rasgos comunes, un modelo del relato: narraciones permanentemente entrecortadas, discontinuas, sin clausura.
La estructura poética del discurso visual configura una organización de los elementos fundada en la discontinuidad. Liberada de la narración, la articulación de imágenes deja de estar determinada por una única lógica dramática. Estas se yuxtaponen, se interponen, se superponen, se enfrentan continuamente, creando un tipo de encadenamiento fundado en la fragmentación y la velocidad, bastante próximo al principio del montaje de atracciones propuesto por Eisenstein. La estrategia del choque emotivo utilizada por el director soviético se adapta al propósito del videoclip al interpelar al espectador. Sin embargo, un abismo separa el arte de Eisentein del videoclip. El arte de Eisenstein es narrativo. El videoclip, en cambio, es un texto que aspira a la apertura de sentidos y que utiliza el montaje de atracciones precisamente en virtud de la aniquilación de la narración.
Y, lógicamente, muchos videoclips proponen asociaciones de imágenes y de fragmentos totalmente libres, liberados de alguna constricción narrativa. El tiempo y el espacio estallan en discontinuidades más cercanas a las del sueño, dando nacimiento a un texto nuevo. De ahí sus lazos con las vanguardias cinematográficas de los años veinte, que quisieron emancipar el cine de la novela para explorar la naturaleza icónica de la técnica y la capacidad de la imagen de revelar la realidad.
Liberado de la narración, el lenguaje -si así hemos de llamar a la manera como se articulan las imágenes- no se configura en leyes precisas, abriendo, de esta manera, la posibilidad de múltiples formas. La liberación de la cámara significó para el cine su liberación del teatro. A partir de los nuevos textos como el videoclip, la imagen en movimiento se libera de lo narrativo y de lo verosímil, para recuperar su sentido plástico. En el clip musical la imagen recupera autonomía pero queda comprometida con el espectáculo y la seducción.
Navegando sobre la música, el videoclip habla fundamentalmente del cine -del cine mudo y del cine de vanguardia- y del poema. Su relación con el poema se define a partir del acento y de la estructura poéticos. Algunas películas de vanguardia crearon una estructura que se aproxima a la del poema, como Berlín Sinfonía de una gran ciudad de Walter Ruttmann, en donde la coherencia textual está dada por las recurrencias poéticas de la ciudad de Berlín y por la continuidad musical. Como antecedentes fílmicos musicales de la estructura poética del clip se debe mencionar The Wall, del grupo clásico de rack Pink Floyd, dirigida por Alan Parker; aquí la historia es mutilada como narración, pero “elevada” a la categoría de poema: encadenamiento de secuencias líricas, por momentos convertidas en tiempo a través de la narración, pero rápidamente detenidas.
Al verse desligado de todo proyecto narrativo, el video clip acentúa al máximo la tendencia a la fragmentación e intensifica el estímulo visual , utilizando múltiples recursos formales: el inserto de rótulos, de textos, de géneros, los cambios de tono, etcétera. Configura, al mismo tiempo, una estética que se aproxima al principio del montaje en las películas de Godard, definido por RomanGubern como “inverosímil fílmico”, que transgrede la continuidad y la aspiración a la verosimilitud cinematográfica. En el videoclip el “inverosímil” se ha naturalizado. Mientras que en el espectador de cine esto puede provocar un extrañamiento, en el espectador de video produce placer estético. Ellook, la cuidadosa puesta en escena, el virtuosismo y limpieza de la imagen, son los rasgos que lo han caracterizado como texto, y que lo definen como un punto de referencia fundamental de expresión de un imaginario propio de la época. Hoy todo lo que pretende ser novedoso en el universo de la imagen “se disfraza” de videoclip.
La estética del videoclip también se ha filtrado en el cine. Una dirección del cine que algunos han llamado El cine en la era audiovisual, se articula con la incorporación de estos elementos: montaje discontinuo, velocidad, jugueteo la primera película que emplea la forma collage del videoclip: insertos de animados, diversos formatos, combinación de película a color y blanco y negro. Pero más allá de una propuesta puramente formal, la reflexión que Stone hace sobre MTV y lo que significa no sólo en tanto propuesta estética sino también discursiva, plantea una representación de la realidad que no es única ni absoluta, sino que se dispara en múltiples puntos de vista. “Lo que usted realmente está preguntando es cuál es la forma de representación que mejor captura la realidad –le dice Stone a su entrevistador- ¿Amontona uno un hecho tras otro para llamarlo historia, como en cierta literatura histórica? O por ejemplo, al analizar a Julio César, ¿estudiamos la visión de la vida de un hombre? Verá usted, una vida no se basa en la acumulación de hechos, sino en destellos de discernimiento, momentos del espíritu. Entonces, ¿estos destellos nos ciegan o nos iluminan? En este sentido me agradan los destellos de imágenes al estilo de MTV porque han superado la narrativa convencional de la misma manera que James Joyce, con su obra Ulises, superó a Charles Dickens. Lo único que Joyce hizo fue llevar las cosas un paso más allá al crear una forma que representara las múltiples perspectivas de la realidad”.
Romeo y Julieta, dirigida por Baz Lurhman, es otro ejemplo de esta filtración de lenguajes. Ni Capuletos ni Montescos tienen un lugar privilegiado. El acercamiento de la cámara – recurrencia al primer plano-, la velocidad del montaje y la ultra-fragmentación de la acción, constituyen los elementos estéticos de esta versión contemporánea de la obra clásica de Shakespeare: puro videoclip incorporado al cine. Oliver Stone lo afirmaba cuando le preguntaban por la manera en que había incorporado la estética MTV en JFK. No se trata únicamente del montaje discontinuo que generalmente proponen los clips. Hay una razón más de fondo: la proliferación de puntos de vista que abre el interrogante de quién asesinó a Kennedy. La mirada contemporánea de ese acontecimiento no intenta resolver dicha pregunta sino ubicar al espectador en distintas perspectivas del hecho.
Y no sólo en el cine norteamericano encontramos estos ejemplos. Está circulando una película francesa llamada Doberman, de Jan Kounen en versión pirata. En algunas escenas, incluso, fragmenta la pantalla mediante viñetas que crean entre sí una continuidad narrativa al estilo comic. Este recurso, por supuesto, tiene antecedentes en el video musical.
La fragmentación, la multiplicación de puntos de vista y la velocidad, son los tres ingredientes de una narrativa que ha desbordado los límites del videoclip en su sentido estricto -video musical- para convertirse en propuesta estética de nuestro tiempo.

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